jueves, 12 de septiembre de 2013

Creando historias







La serpiente.

  Era un día como cualquier otro cuando el barco abandonó el puerto rumba a América. Mi maleta se encontraba muy pesada.
 Afuera del barco, las personas nos despidieron con fuegos de artificio. La marea estaba alta y sus olas rompían el silencio.
  El barco estaba repleto de gente extraña. Había mascotas muy raras, hombres increíblemente fuertes, mujeres con pelo de 2 metros de largo y gente vestida elegantemente.
  De pronto sentí algo extraño en mi maleta, como un ruido extraño. Giré mi cabeza y noté una cabra que comía el cuero de la maleta, es más, también comía mi ropa.
  Cuando hallé al animal sentí algo aún peor, pero esta vez, venía de mi espalda. Volteé mi cabeza nuevamente y con la mano estiré el cuello de la remera. Noté una serpiente en mi espalda. ¡Una serpiente!       Larga y colorida, roja y amarilla, se enroscaba lentamente.
  No supe qué hacer. Si la intentaba quitar, tal vez podría morderme, pero, sino, ¿qué haría?
  Aposté por hacerlo. Primero intenté con la mano. Nada. Ni siquiera se movió. La quise sacar con un palo. Nada. Intenté con uno de esos hombres forzudos. Nada. ¡Intenté con una grúa y NADA!
  Entonces recordé el tatuaje permanente que me había hecho hacía poco y me fui a dormir relajado. Al otro día no sentí más nada, ninguna molestia. Miré mi espalda y ya no parecía haber nada. Todo eso había parecido ten real.
  De repente vi a un enfermero corriendo ocupado. Le pregunté por qué estaba tan preocupado y me dijo que una serpiente roja y amarilla había atacado a una mujer...